Una pizarra puede ser simplemente un pedazo de rectángulo de madera pintado con pintura oscura mate (generalmente verde oscuro o negro). Es generalmente así verde oscuro puesto que es un color menos duro a los ojos que el negro. Una variación moderna consiste en una hoja del plástico en espiral desplegada a través de dos rodillos paralelos, que se pueden enrollar para crear un espacio adicional de escritura mientras que se guarda lo que se ha escrito.
En la enseñanza simultánea, el empleo exclusivo del lenguaje hecho por el maestro no basta para que los alumnos adquieran una noción clara y nítida de lo que se les debe enseñar. Es preciso para eso que las explicaciones sean, en lo posible, reforzadas por otros recursos intuitivos, que le traduzcan en términos sensibles los datos conceptuales enfocados. Pues bien, la pizarra es sólo uno de los recursos intuitivos utilizables.
En todas y cada una de las clases, la pizarra está siempre al alcance del profesor para reforzar sus explicaciones, eliminar ambigüedades, concretar abstracciones, fijar contrastes, realzar antinomias, trazar paralelos, establecer proporciones, esquematizar sucesiones, configurar situaciones complejas, describir el curso de los acontecimientos o la curva de los procesos en evolución… En realidad, es ilimitado el número de posibilidades de objetivación a las que la pizarra se puede prestar en manos de un profesor que tenga imaginación y completo dominio de la técnica.
En tan sentido se debe interpretar el harto conocido adagio didáctico: “un pedazo de tiza bien aprovechado vale más que dos toneladas de teorías verbalizadas”. Cuando el maestro suplementa y vigoriza su lenguaje expositivo con resúmenes, sinopsis, esquemas y gráficos en la pizarra, se duplican los estímulos de actividad mental para los alumnos. Éstos reciben las informaciones por dos vías sensoriales simultáneas: auditiva y visual; ambas se suplementan entre sí, concurriendo para la integración mental de los conocimientos buscados y para su mejor retención.
La siguientes normas prácticas, mencionadas a título de sugestiones, contribuirán a perfeccionar la técnica docente y a hacer la enseñanza más atractiva y productiva.
– Antes de comenzar la clase, se debe limpiar bien la pizarra, eliminando los vestigios de su uso anterior.
– Escribir siempre con letra legible y de tal tamaño que incluso los que se sienten al final de la clase consigan leerla sin dificultad.
– Todo lo escrito en la pizarra para que los alumnos lo lean o copien debe destacarse por su exactitud y corrección gramatical y ortográfica.
– En las clases, sólo se deben conservar los datos escritos hasta que los alumnos los transcriban en sus cuadernos; deben luego ser borrados, para ceder lugar a nuevos elementos.
– Los términos técnicos, fórmulas, símbolos, fechas y otras indicaciones numéricas, nombres propios de lugares y personas, así como, en las disciplinas lingüísticas, el vocabulario fundamental, deben escribirse siempre en la pizarra con bastante claridad y completos, evitando las abreviaturas. Tales elementos presentan especial dificultad para ser captados por los oyentes, adultos inclusive.
Luis Alves Mattos. Compendio de didáctica general (adaptación)
Con la autorización de Editorial Kapelusz.
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